Los santos inocentes, el guión y la novela

25 Jun

La película de Los santos inocentes nació de la novela homónima de Miguel Delibes, publicada en 1981, tres años antes del estreno en las salas de cine.

Delibes, prestigioso escritor vallisoletano, Premio Cervantes, entre otros, es el autor de literatura española contemporánea con más novelas adaptadas, que son doce hasta la fecha. Por nombrar sólo algunas de ellas:

El camino (1963, dirigida por Ana Mariscal)

Retrato de familia (1976, dirigida por Antonio Giménez-Rico)

El disputado voto del señor Cayo (1986, dirigida por Antonio Giménez-Rico)

Las ratas (1997, dirigida por Antonio Giménez-Rico)

Función de noche (1981, basada en la novela Cinco horas con Mario, dirigida por Josefina Molina)

Delibes es un autor con un gran interés por el medio cinematográfico. Escribió muchas críticas sobre filmes para El Norte de Castilla ilustrándolas con caricaturas de los protagonistas. También fundó el cineclub El Norte de Castilla. Y se definió como un comentarista de cine, antes que un crítico.

Pocas veces se ha conseguido en el cine español un realismo social más lineal, sobrio y sugerente como en este film de Camus, que se puede calificar de obra excepcional, por no decir obra maestra. Pocas veces se ha alcanzado una adaptación literaria tan adecuada y casi mejorada.

 Delibes mismo, después de haber visto el filme, dijo: 

Yo creo que Mario Camus ha hecho una excelente película. (…) El resultado del filme es diferente a mi propia película interior: ni Azarías ni Paco el Bajo eran los que yo tenía en mi cabeza… Pero, en fin, el talento de Camus consiste en haber creado otros personajes distintos a los que yo veía en mi intimidad, pero tan convincentes que han convencido a su propio autor.”

Los principales temas que toca esta novela de Delibes son los siguientes:

  • ·      La opresión por parte de los señores.
  • ·      El desprecio y la falta de atención hacia sus criados.
  • ·      Las humillaciones continuas a las que son sometidos cada día los sirvientes.
  • ·      La incultura generalizada en las clases bajas de la sociedad de la época.
  • ·      La resignación de los miembros de las clases más bajas al aceptar su condición de inferiores, siendo considerados casi como animales.

A pesar de que en el libro no aparece ninguna fecha que permita situar en qué año suceden los hechos, podemos suponer que ocurren en los primeros años 60, debido a la referencia que hace el señorito Iván al concilio (Vaticano II).

La obra está situada en alguna región española meridional limítrofe con Portugal (Salamanca, Cáceres, Badajoz,… ) El paisaje va mas allá de un mero escenario, es un mundo que influye de manera determinante en los personajes. Este mundo es el cortijo, símbolo y síntoma del latifundio, en él se diferencian dos partes, la zona construida en la que se aprecia la jerarquía social, los oprimidos viven en pequeñas casitas molineras y los opresores que viven en una gran casa y la zona sin construir un entorno natural en la que los inocentes están integrados y de la que los señores disponen a voluntad, como un objeto mas.

Hay una dicotomía entre espacios cerrados, propios de los poderosos y asociados a la hipocresía y la falsedad; y los abiertos, que representan la vida de acuerdo con la naturaleza.  Hay dos cortijos: el de la Jara y el de la Marquesa, con tres casas, que agrupan a los personajes (don Pedro y doña Purita viven en la Casa de Arriba, la Casa Grande solo se usa para fiestas…). Además hay otra casa que está en la raya de lo de Abendújar.

Mario Camus recordó el día en el que la familia de Delibes acudió a ver la película por primera vez y ocupó «la mitad de una sala no muy grande». Tras visionar la cinta, se encendieron las luces y Camus pudo comprobar que Delibes se había ido al lavabo y cuando apareció le propuso ir a tomar un café y fue cuando le dijo que le pareció un trabajo «estupendo».   El director manifestó su «sospecha» de que Miguel Delibes se emocionó por la sensación que pueda tener un escritor cuando ve que en los personajes hay algo que es una interpretación de lo «suyo».

Camus, hizo con Los santos inocentes un trabajo prodigioso, en asociación con Manuel Matji y Antonio Larreta. Después del reto que supuso la traslación al celuloide de La colmena, Camus quiso aventurarse con el texto de Miguel Delibes.  El escritor vallisoletano pergeñó un relato que presentaba numerosas dificultades de adaptación.

Hubo unos añadidos temporales, propuestos por el propio Delibes, para circunscribir las realidades de Quirze y de su hermana Nieves a un contexto más contemporáneo, el de una España que abrazaba la Transición y con ello una etapa de apertura, a la conquista de las libertades individuales y colectivas.

Mario Camus alteró el orden de algunos capítulos para otorgar un mayor relevancia a Azarías (un magistral Paco Rabal), presumiblemente uno de los retrasados mentales más recordados de la gran pantalla para el espectador español. Es proverbial el tratamiento del amor de Azarías, que parece expresarse únicamente cuando cuida de su urraca y de la «niña chica». Con la desaparición de ambas, su existencia pierde todo sentido y se refugia, en el recuerdo sin cesar de referirse a su «milana bonita» tras los barrotes de una institución psiquiátrica que opera de cárcel. Una expresión que paradójicamente tan sólo había sido reproducida una sola vez en el que iba a ser el guión definitivo de Los santos inocentes, pero Miguel Delibes sugirió a Camus que Rabal la pronunciara más veces. Aceptada la sugerencia, Mario Camus podría expresar su gratitud al escritor pucelano ya que esta escueta frase acompañaría para siempre a su versión cinematográfica y al nombre de Paco Rabal, quizás en una de sus últimos grandes creaciones para la gran pantalla.

Igualmente, Alfredo Landa desarrolla de manera magistral el papel de Paco, “el Bajo”, un hombre tan fiel que raya en el servilismo, convirtiéndose casi en un esclavo del mimado y caprichoso señorito Iván

Alfredo Landa le dice a un periodista: “Te voy a contar cómo me metí en Paco el Bajo. Hay que ir de dentro a fuera. Lo de dentro es lo que se siente, su esencia. Todo el mundo me decía que Paco era un personaje servil. Yo leía y releía la novela y pensaba que no, que el meollo de Paco era la bondad absoluta, incondicional, sin pedir nada a cambio. Paco profesa un amor incondicional hacía Iván, su señorito (…). Paco tiene el amor del perro hacia el amo que le maltrata. Está dando todo su amor a un ser inmundo, esa es la clave. Entonces es cuando, instantáneamente, empiezas a ir de dentro a fuera. Intentas concretar ese sentimiento en aspectos físicos visibles. Piensas: Paco ha de tener la mirada del perro cuando el amo le abandona en una carretera».

Y de un par de blogs que he consultado para esta tertulia quiero destacar estas bellas palabras:

 

Los ojos de Paco el Bajo han visto jara y encina, ha visto campos de esos que no acabas nunca de abarcar, campos que son el mar de Castilla. Los ojos de Paco el Bajo no son serviles, como el resto de todo él. Los ojos de Paco el Bajo ven más allá, pero no lo sabe. Una vez busqué esa mirada de santo inocente en los ojos de Landa. No la encontré porque estaba frente a un hombre afortunado, contento y dueño de su presente. Un hombre que sonreía con los ojos. Me contó que lo difícil, lo auténticamente difícil no es saber mirar. Es clavar la frase y hacerlo como si fuera fácil…

Algunos creían que Paco el Bajo era para siempre, pero el inmortal es Alfredo Landa.

 

En fin, por éstos y otros muchos detalles de esta gran película, se puede decir que, a pesar de tantos agoreros que aún siguen creyendo que el cine tan sólo puede empeorar o, cuando menos, igualar sus referentes literarios, basta acercarse a Los santos inocentes de Delibes y pararse en el trabajo llevado a cabo por Mario Camus para rebatir este viejo aforismo.

José Antonio Prades

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