Aquí tenéis un video para incondicionales del Universo Tarantino. Advertimos que la violencia de sus imágenes y/o su acumulación en la retina, pueden herir sensibilidades.. (Contiene spoilers visuales) I.C.-
Aquí tenéis un video para incondicionales del Universo Tarantino. Advertimos que la violencia de sus imágenes y/o su acumulación en la retina, pueden herir sensibilidades.. (Contiene spoilers visuales) I.C.-
En el mes de Agosto llegó a las pantallas “Los guardianes de la galaxia”, película en la que en los trailers ya se intuía que iba a ser o un exitazo o un batacazo, no iba a tener término medio por su arriesgada propuesta de hacer protagonistas unos personajes de Marvel prácticamente desconocidos por muchos y además que estos tuvieran como miembros un mapache y un árbol. A simple vista, ya se veía que solo un muy buen director sabría salvar dicha situación, y James Gunn lo consiguió con creces. La película, personalmente, la considero una de las diez del año, no siendo muy difícil por el flojo año cinematográfico que estamos teniendo. Esta ha sido la primera aventura espacial que nos ha ofrecido 2014, pero en Noviembre nos llega otra gran aventura en el espacio, algo más seria que la primera propuesta, y no es otra que “Interstellar” de Christopher Nolan, la cual nos cuenta la historia de un grupo de exploradores espaciales que utilizan un agujero de gusano descubierto recientemente en el espacio para viajar largas distancias hacia otros planetas. Para saber más tendremos que esperar hasta el 7 de Noviembre, pero de momento, podemos hacer un repaso a aquellas aventuras espaciales que desde que comenzamos a viajar por el cine, nos han llevado a impresionantes planetas en increíbles naves espaciales.
Empezaremos con algo «ligerito». Nuestra primera parada será en «Solaris», película de 1972 dirigida por el ruso Andrei Tarkovsky. El film nos relata el viaje de un científico hasta la estación espacial cercana al planeta Solaris para investigar la muerte de un médico. Al llegar allí, no tardará mucho en descubrir los efectos que el planeta tiene sobre la mente humana. Psicodrama que nos habla sobre los deseos y nuestra forma de relacionarnos con los demás al ser conocedores de nuestros pensamientos más íntimos.
Ya que algunos consideran «Solaris» como la respuesta soviética a «2001: Odisea en el espacio», nosotros lo usaremos para acoplarnos a dicho film y recordar que Stanley Kubrick nos mostró como una lanzadera y una estación espacial, son capaces de moverse al son de «El danubio azul» de Johann Strauss. Película tremendamente profunda y enigmática sobre la evolución humana, nuestro sitio en el Universo y la creación. Uno de los films más bellos visualmente, revolucionario tecnológicamente y aplaudido por muchos por su rigor científico a la hora de mostrar el espacio y nuestra interacción con él. Kubrick presenta un enigma que nos acompañará durante millones de años, desde el amanecer del hombre hasta la conquista del espacio. El objeto que nos hará viajar más allá de Júpiter es un monolito con la proporción exacta 1:4:9 (los cuadrados de los tres primeros números). Dicho objeto lo veremos en La Tierra cuando los simios comenzaron a evolucionar y posteriormente en 1999 en La Luna, siendo este el que emita una señal hasta Júpiter, motivo que llevara a los humanos a llevar una nave tripulada hasta allí para comprobar a dónde iba dirigida dicha señal.
Una vez que hemos llegado a La Luna, nos quedamos allí para presenciar en primera fila el «Viaje a la Luna» de George Méliès. Ya sé que no es un largometraje, pero son los 14 primeros minutos de la historia del hombre en llegar a nuestro satélite. Película de 1902, nos muestra el viaje de unos pintorescos científicos que viajan hasta la Luna en una capsula espacial disparada por un cañón. Allí nuestros divertidos científicos descubren que la Luna se encuentra habitada por los selenitas. A partir de ese momento deberán hacer lo posible por salvar sus vidas de la tribu selenita e intentar volver a nuestro planeta. Cortometraje muy divertido e interesante ya que fue el nacimiento de lo que hoy es el cine de ciencia ficción, siendo la imagen de la Luna con la capsula en su ojo, uno de los fotogramas más conocidos de la historia del cine.
En un bar de la Luna hablé con un minero espacial y me contó la historia de la nave espacial «Nostromo», me dijo que si quería saber más que me viera «Alien, el 8º pasajero», que allí contaban mejor su historia. Segunda película que hizo Ridley Scott en su carrera tras la interesante “Los duelistas”. Terror en estado puro en el espacio en una de las películas más claustrofóbicas de la historia del cine. Su historia es sencilla, una nave de transporte comercial es enviada a estudiar una señal recibida desde un planeta cercano a ellos. Allí encuentran una nave con cientos de huevos, de los cuales de uno de ellos un parásito se acopla a la cara de uno de los tripulantes de la nave. Nada les hará sospechar que del cuerpo de su compañero saldrá uno de los monstruos más temibles del cine. A partir de aquí lo único importante para la tripulación será el sobrevivir a este ser y conseguir matarlo como sea. Cabe destacar que fue uno de los films en mostrarnos el espacio como un lugar sucio, lleno de polvo y mugre y no tan limpio y desinfectado como nos pudo mostrar anteriormente «2001» o «La guerra de las galaxias». Esta película dio pie a varias secuelas y otras tantas que no sabría cómo calificarlas. En la saga «Alien» tuvimos una gran continuación dirigida por James Cameron, el cual cambió el género de terror de la primera por el de acción; posteriormente David Fincher intentó volver al terror claustrofóbico de la primera, pero sin poder llegar al nivel de esta, principalmente porque la Fox intentó aprovecharse de un inexperto director sin tener en cuenta que aunque fuera su primera película las ideas las tenía muy claras, dando esto lugar a uno de los rodajes más problemáticos que ha habido en Hollywood. Aún hoy David Fincher no quiere hablar sobre «Alien 3». Personalmente recomiendo ver el montaje de esta que se hizo en 2003, ya que es lo más cercano a la idea que llevaba Fincher en la cabeza, con un montón de metraje no visto en la versión estrenada en 1992, siendo el momento en el que preparan la trampa al alien una secuencia de gran tensión en la película, el cual en la versión estrenada, es una secuencia más sin tensión. En 1997 llegó «Alien: Resurrección», dirigida por Jean Pierre Jeunet que venía de la popularidad que le había dado «Delicatessen» y «La ciudad de los niños perdidos» y un guión escrito por el hoy todopoderoso Joss Whedon (el director de «Los Vengadores» y creador de las series «Buffy, cazavampiros», «Ángel» y «Firefly», entre otras). Está película la considero el comienzo del fin de alien (ya sé que muchos le otorgan ese honor a «Alien 3», pero yo la considero inocente de ese delito): un guión nefasto, una apariencia de telefilme durante toda la película, unos personajes vergonzosos (aun no entiendo qué pintaba el personaje de Winona Ryder en la película), y lo peor de todo, el convertir los aliens, criaturas aterradoras y salvajes, en un bicho ridículo y lamentable (¡¡Un alien con nariz!!). De esta secuela, no recomiendo ni la versión cinematográfica ni la versión del director ni nada. Considero que el final de «Alien 3» era el digno final para el personaje de Ripley y nunca jamás se tuvo que llevar a cabo esa cuarta entrega. Luego tenemos ese intento de sacaperras que fueron las dos partes de «Alien vs. Predator», que si la primera fue floja, la segunda era para ir al cubo de la basura directamente. Y ahora tenemos esa precuela que hizo hace dos años Ridley Scott titulada «Prometheus», la cual ha sido bastante controvertida, ya que hay un bando que la critican por sus fallos de guión y por dejar la película totalmente abierta quedando el espectador con más preguntas que al princpio de la película, y otro que la halaban por su calidad visual y un planteamiento tan interesante como es la fé y la creación de la humanidad. Personalmente me encuentro en este segundo grupo, aunque admito que tiene sus fallos, no son tan graves como para desmerecer la película y dado que desde el principio se habló que el guión estaba partido en dos películas, espero a que se estrena su secuela («Paradise» era el título que de momento tenían pensado para esta futura entrega) para decir si fue un desperdicio de película o es digna de entrar en la mitología alien.
Y termino este viaje intergaláctico con la «Space opera» por excelencia, la que para muchos es la gran e insuperable saga de aventuras espaciales que ha conocido el ser humano. La sagrada trilogía. (Sé que ya no es trilogía oficialmente, pero reconozcámoslo, ¿se puede tener en cuenta la trilogía que comenzó en 1999?) Estoy hablando, por si alguien todavía no se ha percatado, de «La guerra de las galaxias». Y aquí incluyo las tres primeras películas, las que nos cuentan la historia de Luke, Han y Leia. Un universo tremendamente variado, unos personajes que se metieron al público en el bolsillo, un villano de gran altura y un auténtico culebrón espacial fueron los ingredientes necesarios para ser una de las sagas con más seguidores que existe. Lamentablemente, como ya he mencionado, George «Juguetitos» Lucas, como lo llaman en «Clerks II», con los años le dió por mutilar la trilogía original con múltiples versiones, montajes, añadidos digitales, remontajes, y todo tipo de triquiñuelas técnicas; los cuales ya no permite distinguir que es metraje original y qué retocado. Recientemente Disney, la actual propietaria (y yo considero de momento, salvadora) ha tenido una idea que para algunos puede ser otro sacaperras más, pero que a mi modo de ver es bastante necesario para volver a la semilla del fenómeno «Star Wars». Esta decisión es otra que editar en BluRay la trilogía original tal cual se vió en los cines en su momento de estreno: es decir, sin Jabbas digitales, con el Emperador en el «El imperio contraataca» en su primera versión, con el actor original que interpretó a Anakin Skywalker en el final de «El retorno del Jedi» y sin ese famoso «EPISODE IV» en el comienzo de la primera «Guerra de las galaxias». En estos momentos, J.J. Abrams se encuentra rodando un nuevo capítulo de esta saga con los actores originales y algunos nuevos. Abrams ya dió por descartado que se filmara en formato digital, quiere retornar a la esencia de la saga original y volver a ganarse el favor de los que crecimos con esta gran trilogía.
Hasta aquí este pequeño repaso de las aventuras espaciales que debemos tener en cuenta antes de sumergirnos en otras nuevas. Ya que, no olvidemos que en el cine, unas películas beben de otras, y nunca está de más repasar lo acontecido hasta ahora para mirar a lo que nos viene de más allá de las estrellas.
Por Sergio Becana.
Irving Thalberg apareció en Hollywood como un meteorito y se convirtió en cuestión de segundos en el Rey Midas del celuloide. Hasta que tuvo su primer ataque al corazón en 1932, a los treinta y tres años, elegía reparto, reescribía los guiones y supervisaba al milímetro el montaje y lanzamiento de todas las películas que producía la Metro Goldwyn Mayer. Dos años más tarde, en 1934, dejó a todo Hollywood atónito cuando sentó a los Hermanos Marx a su mesa y logró que escucharan lo que tenía para proponerles. “Me gustaría hacer una película con ustedes, muchachos, pero una película de verdad. Ustedes no necesitan nada a su alrededor. Ustedes son como los isabelinos: sólo necesitan una silla y un árbol pintado para hacer lo suyo. El resto déjenmelo a mí.”
Los hermanos Marx habían llegado a Hollywood como un terremoto, en plena Depresión, cuando el humor blanco de las películas mudas mutó en variantes más agresivas e impertinentes. Los Marx eran entonces la sensación de Broadway con su teoría del caos hecha carne: llevaban cinco años seguidos a sala llena, la gente empezaba a reírse antes de que salieran al escenario y todo indicaba que seguiría siendo así para siempre porque ellos distorsionaban tanto su espectáculo cada noche que los espectadores pagaban para volver a ver el mismo show hasta cinco o seis veces. Pero entonces vino el Crac del 29 y los dejó en la calle de un día para otro: se esfumaron en el aire todos sus ahorros invertidos en la Bolsa y Broadway bajó sus cortinas. Era volver a hacer vodevil por los caminos o probar suerte en Hollywood.
Probaron. Volvieron locos a todos en la Paramount y los cinco productos deformes que el estudio logró hacer con ellos (“Coconuts”, “Animal Crackers”, “Monkey Business”, “Plumas de caballo” y” Sopa de ganso”), no justificaron en taquilla el karma de soportarlos. El cuarto hermano (Zeppo) decidió bajarse y Groucho les venía quemando de tal manera el bocho a los otros dos con la reunión con Thalberg, que el día del encuentro llegaron tres horas tarde: Chico, el buen mozo, el as de los números, porque había ido a jugar a Las Vegas, con una corista en cada brazo; y Harpo, el mudo que tocaba el arpa, el supuesto tonto, porque se había quedado conversando con Bertrand Russell. Pero se ve que algo pasó en esa reunión, porque la película que Thalberg propuso a los tres hermanos era “Una noche en la Opera” y nunca brillaron tanto los Marx como en esa película, nunca estuvieron más a gusto y se combinaron mejor (y, como diría Louis Mayer, nunca recaudaron tanto).
Pero entonces Thalberg se murió, de golpe y de manera absurda, a los treinta y siete años, fruto de una neumonía. Los que fueron al entierro dicen que Groucho Marx estaba de color ceniza, flanqueado y sostenido de los brazos por Chico y Harpo, sin derramar una lágrima pero por primera vez en su vida en silencio, sin una humorada letal colgando del cigarro. Scott Fitzgerald también estaba en el entierro, sólo porque había que estar, si uno quería conservar el trabajo, pero también porque estaba escribiendo su novela póstuma, su canto del cisne, “El último magnate”, cuyo personaje principal era Irving Thalberg, enmascarado bajo el formidable nombre de Monroe Stahr. Scott le dijo a su secretaria que iba a hacer un capítulo entero sobre el entierro haciendo foco en un trío de actores, los más cómicos de su tiempo, llorando al difunto: con ellos haría un flashback para contar los viejos tiempos del vodevil de Broadway que cerraría con el triste destino que le esperaba a aquel trío cómico en Hollywood sin la única persona que sabía entenderlos. Nunca llegó a escribirlo. Murió en 1940, la novela quedó por la mitad y se publicó póstuma.
Mientras tanto, los Marx intentaron en vano repetir la fórmula en solitario (“Un día en las carreras”, “Una tarde en el circo”, “Líos de hotel”). Groucho declararía años después: “Tras la muerte de Thalberg, mi interés por el cine decayó sin remedio, y cuando vino la guerra, lo último que querían ver los espectadores era a tres payasos atacando la autoridad”. Terminada la guerra no les fue mejor: lo más divertido de “Una noche en Casablanca” (1946) es la correspondencia previa de Groucho con la Warner, que le prohibían el uso de la palabra Casablanca (“Podría decirles lo mismo de la palabra brothers. Nosotros fuimos hermanos antes que ustedes. Nos cedieron el nombre los hermanos Karamazov”). Chico y Harpo le dijeron que se retiraban, Groucho desembarcó en la televisión. Lo pusieron a conducir un programa de preguntas y respuestas. Lo dejaban improvisar a su gusto y después cortaban las partes de mayor maltrato a los invitados, pero guardaron las carcajadas (el programa se grababa con público presente) y las usaron durante décadas como risa enlatada en todos los programas de la NBC.
Cuando Groucho dejó la tevé, o la tevé lo dejó a él, Fellini le ofreció un papel en “Satiricón”, pero no aceptó porque no quería pasar un invierno entero en Roma. Otto Preminger le ofreció el papel de Dios en “Skidoo” y sí aceptó, pero al verse en la pantalla dijo que parecía una figura de cera del museo Madame Tussaud. Odió “Easy Rider”, “2001” y “Submarino Amarillo”, pero en 1971 llamó a Estados Unidos los “United Snakes” en un reportaje y se convirtió sin querer en padrino de la contracultura. Alarmado, confesó a sus amigos: “Creo que necesito o un representante o una niñera”. Se consiguió una niñera de veinticinco años, que quería ser actriz y usarlo de escalera a la fama. A los ochenta le preguntaron qué quería de regalo de cumpleaños. “El año pasado”, contestó. Cuando le contaron que aparecía en el “Finnegan’s Wake” de Joyce, dijo: “No hay razón por la que no pueda aparecer. Es evidente que la vida me ha desconcertado tanto como a Joyce. Y es perfectamente posible que haya llegado a sus oídos que una vez, en el Teatro Casino de la calle 39 y Broadway, hubo tres judíos que corrían por el escenario gritando a un mundo indiferente que eran Napoleón”. (Por Alberto Bemposta).
Ya puedes escuchar nuestro programa 7 para TEA FM, en el que hablamos de: Mujeres al borde de un ataque de nervios, de Pedro Almodóvar; Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatore; Snowpiercer, de Bong Joon-ho; Hermosa Juventud, de Jaime Rosales y del director Costa Gavras.
Como cada lunes a las tres de la tarde, «TEA» FM Zaragoza pone a disposición de los escuchadores un programa de Cine que, además de informarte, te entretiene. En la edición de hoy lunes 30 de junio, te esperamos con vampiros muertos de amor y ciudadanos ejemplares de la talla de Orson Welles, además de nuestra particular crónica de Cannes 2014. «Habladores de Cine», en el 98.9 del dial zaragozano.
Y en el canal Ivoox de TEA FM de Habladores de cine, ya podéis escucharlo on-line.
En nuestro último programa para TEA FM hacemos un homenaje a Luis Buñuel en dos de nuestras secciones: Al maestro con cariño y en la Tertulia, donde hablamos de El ángel exterminador.
La película de mi vida está dedicada en esta ocasión a El laberinto del fauno, el Cine de hoy a El gran hotel Budapest y Noé, y dedicamos para acabar un merecido Homenaje a Gabriel García Márquez y su relación con el cine.
Ya lo podéis escuchar en el 98.9 de FM en Zaragoza, TDT Radio para todo Aragon y on line.
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“Maléfica” es la peli que devuelve a Angelina Jolie a ese espacio bizarro y sobrenatural que ocupa desde hace un tiempo, lejos de una persona real y cerca de un icono inventado por los estudios. El film participa de una (repetida) tendencia contemporánea del cine fantástico: mantener cierta afinidad con las versiones “oscuras” de los superhéroes de la última década y reversionar cuentos de hadas clásicos. El resultado está lejos de ser original: hoy, que casi todo el cine de fantasía cuenta con varias capas de efectos digitales, al punto de que cada superproducción es prácticamente un film animado, incluso si no se lo promociona como tal, “Maléfica” podría ser la película que Disney hubiera querido filmar cinco décadas atrás de haber contado con la tecnología para hacerlo y de haber existido Angelina Jolie, claro. Al visionario y despiadado Disney nunca se le hubiese pasado por alto que la idea de convertir a la rubia jetona en “Maléfica” es una de las ideas de producción más interesantes del cine multimillonario de todos los tiempos: un negocio de hadas que nada tiene de cuento. Estilizada hasta el infinito (y más) Angelina lo tiene todo para encarnar la dualidad que “La Bella Durmiente” tuvo siempre: belleza, misterio y la capacidad de sugerir que detrás del Mal hay un alma dañada y que lo hermoso y lo horrible van juntos. De insinuar todo eso que late y vibra en todos los cuentos de hadas: que cada princesa contiene su propia bruja y viceversa, que ninguna está completa sin la otra. Que son lo mismo. (Por Alberto Bemposta)
Una sola vez en la vida se le alinearon todos los planetas al director de cine John Schlesinger y le salió “Perdidos en la noche”. Digo “Perdidos en la noche” y no “Midnight Cowboy” porque es uno de esos rarísimos casos en que la traducción es más fiel que el original al espíritu de la película, y ese título que le pusieron anónimamente en la distribuidora cuando la estrenaron en la Argentina (en ninguna otra parte la llamaron así) hace justicia al nudo central de “Perdidos en la noche”: que el cowboy no iba solo en su viaje al gran lumpen neoyorquino. Al querubínico aspirante a taxi-boy que interpretaba Jon Voight lo acompañaba el inmortal Ratso Rizzo que hacía Dustin Hoffman. Durante mucho tiempo, “Perdidos en la noche” fue una de esas películas que todos habían visto, generación tras generación, pero últimamente he descubierto con estupor que eso ya no pasa, que cada vez son menos los que creen que es el mejor retrato jamás filmado de Nueva York Babilonia, o dicho más claramente, el Sueño Americano visto por la puerta de atrás.
John Schlesinger era uno de los talentos de la fecunda camada que dio el cine inglés en los primeros ’60 cuando Hollywood se fijó en él. Ir a Hollywood era venderse, así que Schlesinger aceptó reunirse con los de United Artists, pero en Nueva York. Era su primera vez en América. En el trayecto del hotel al restaurante donde lo esperaban los ejecutivos, vio a un hombre caer muerto en la calle y a los demás transeúntes pasar impertérritos por los costados del caído. Llegó a la reunión y dijo que aceptaba hacerles una película, pero no en Los Angeles, en estudios, sino cámara en mano, en las calles de Nueva York. El tema que propuso parecía neorrealismo italiano (dos lúmpenes a la deriva por la noche neoyorkina, un cowboy rubio y un lustrabotas rengo), pero el estudio aceptó porque les salía barato: director extranjero, equipo de filmación mínimo, elenco de desconocidos del teatro off neoyorquino. Le dieron luz verde, ficharon a todos por monedas y se olvidaron de que los tenían a sueldo y ensayando febrilmente en Nueva York porque había asuntos más importantes que atender en Los Angeles, por ejemplo leer religiosamente la revista Variety, donde los de United Artists se enteraron de que la película sensación de la temporada, “El graduado”, estaba protagonizada por el mismo desconocido que tenían fichado para el papel de Ratso Rizzo.
Era 1967: el año en que cambió para siempre el casting tal como se entendía hasta entonces. Mike Nichols había puesto al “enano” Dustin Hoffman a hacer un papel que estaba escrito para Robert Redford. Schlesinger había rechazado a Lee Majors ( un guaperas de la época) para el papel de Ratso y a Warren Beatty para el del vaquero taxi-boy. No quería actorcetes en su película: quería bonzos. Un día llevó a todo el elenco a ver “El affair de Thomas Crown” y después les dio una arenga heroica contra el cine sin alma. Hoffman y Voight venían del mismo palo, se sentían los hijos de Marlon Brando: hambre y Actor’s Studio y encima Hoffman se salía de la vaina por demostrarle al mundo que era mucho más que el colegial que todos habían adorado en “El graduado”. Ahora era el dínamo de la película. El “enano” y la cámara de Adam Holender, un polaco recién llegado a América que el joven Roman Polanski le presentó a Schlesinger con estas palabras: “Tiene los ojos de un corresponsal de guerra y el pulso de un corresponsal de guerra”. Holender nunca había hecho ficción, sólo documentales; además estaba recién llegado a Nueva York y no entendía una palabra de inglés: así filmó cada una de las escenas de “Perdidos en la noche”, como si estuviera en la guerra.
Y era una guerra: durante el rodaje se había estrenado en Inglaterra y Estados Unidos la última película que Schlesinger había filmado antes de irse a Nueva York (“Lejos del mundanal ruido”) y la crítica la había destrozado a ambos lados del océano. La actitud del estudio cambió por completo a partir de entonces; lo único que les importaba ahora del proyecto era que estaba Dustin Hoffman. A los ejecutivos no les preocupaban los rumores que decían que Schlesinger había salido del armario durante el rodaje, ni que se supiera que la idea de la película venía de una novelita porno sobre un taxi-boy, ni que la corte de los milagros de Andy Warhol participara como extra y proveedora de drogas en las fiestas de la película. Qué va. Cosas así eran moneda corriente en Hollywood. Lo que no era nada corriente para Hollywood era esa forma espasmódica, extranjera y “aficionada” de filmar.
El día en que Schlesinger finalmente entregó la copia para la proyección privada en la United Artists, los directivos no lo saludaron y lo dejaron afuera de la sala durante la proyección. John Voight lo vio irse a vomitar al estacionamiento y fue tras él. “¿Qué hemos hecho? ¿Qué hacemos aquí? ¿Qué será de nosotros?”, lloriqueaba. El rubio lo zamarreó por los hombros y le dijo: “Somos tus criaturas y nos has hecho inmortales”. Hoffman, que estaba adentro, padeciendo el final de la película en absoluto silencio, cuenta que cuando se encendieron las luces hubo un instante en blanco en aquel estanque de tiburones: ninguno de los presentes cruzaba la mirada con nadie, ocupado en disimular el lagrimón que les había arrancado esa última escena de Ratso en el autobús al amanecer. Un segundo después ya habían encendido los cigarros y se codeaban y se palmeaban unos a otros adentro de una nube de humo: “Tenemos una película”, “Esto es cine”, “Huelo a Oscar”.
Y efectivamente hubo Oscar, contra todo pronóstico, después de que fuera calificada como X por su contenido explícito y así perdiera la mitad del público que esperaba la United Artists, y de la otra mitad buena parte abandonara la sala en medio de las funciones. Fue la noche en que el Viejo Hollywood y el Nuevo Hollywood se sentaron en plateas separadas y se midieron toda la ceremonia. “Perdidos en la noche” ganó a la mejor película, al mejor guión (el espasmódico guión), a la edición (sin nombrar a Holender porque el polaco no tenía los papeles en regla durante el rodaje), y Hoffman y Voight competían en el rubro mejor actor contra John Wayne, uno de los pilares del Viejo Hollywood, junto a Sinatra, Bob Hope, Reagan y toda la creme rancia de la creme. Ganó John Wayne, por supuesto, fue el premio consuelo de la noche, porque Hoffman y Voight igual subieron al escenario a recibir el Oscar a la mejor película (Schlesinger no fue a la ceremonia). Solo faltó que proyectaran esa escena de la película en que Ratso se burla del taxi-boy por su sombrero de vaquero, diciéndole que todos los cowboys son putos, hasta que el taxi-boy le contesta a gritos: “¡John Wayne es cowboy! ¿Estás diciendo que John Wayne es puto? ¿Entiendes los alcances de lo que estás diciendo?”.
Ni falta que hace que te cuente el argumento, ni que te diga que la peli sigue luciendo tan bella y violenta como cuando se estrenó. Si en el cine existe un ángel caído, se llama “Perdidos en la noche”. Decir de ella que es la película de mi vida, es quedarse en el umbral del poema. Te invito a que lo veas y lo leas entero. Y ya me dirás. (Por Alberto Bemposta).
La vida inesperada es una de esas películas que te dejan un muy buen sabor de boca… ver la vida inesperada es como comerte un gazpachito después de un delicioso baño en el mar, un caluroso día de verano.
Personalmente me ha parecido una película sencilla, agradable, sin grandes pretensiones pero fresca, sabrosa y llena de optimismo… precisamente algo necesario en los tiempos que corren.
Aunque la interpretación de los ya habituales Javier Cámara y Raúl Arévalo, dentro del actual panorama del cine español, no pasará a la historia como uno de los papeles de sus vidas… son capaces de darle a la película ese descaro necesario para hacer de una comedia menor una película placentera y a la vez llena de sensibilidad, resaltando la entrañable interpretación de Tammy Blanchard y una Carmen Ruiz en estado de gracia, en los papeles de dos espléndidos retratos femeninos, y sin olvidarnos de Sara Sokolovic, interpretando a una dulce Holly.
La vida inesperada te hace pasar un buen rato, disfrutando de un cine bien hecho y de buena calidad, a la vez que te hace reflexionar, haciéndonos conocedores de que la vida es en realidad mucho más fácil de lo que nos proponemos y que el azar nos puede encaminar a desenlaces que nunca hubiéramos podido imaginar.
Jorge Torregrosa sabe dirigir con esplendor la película, que acompañada de una buena fotografía, en un escenario poco habitual para el cine español, pero del cuál Kiko de la Rica sabe sacar buen provecho, una música deliciosa que también nos acompaña a lo largo de toda la cinta, y un amable guiño a las películas de Woody Allen, retratándonos singulares rincones del Manhatan actual, de una manera llena de vida, «La vida inesperada» es una película, aunque no imprescindible, si necesaria para dar continuidad a ese buen hacer de cine, que según mi humilde opinión, se hace en este país.
Kike zeta, para habladoresdecine.
Si puede ser escrito o pensado, puede ser filmado.
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